El Padre Yermo dejó en herencia a su Congregación como lema: “Dios Proveerá”
LAS OBRAS DE DIOS NACEN DESDE LA POBREZA, HUMILDAD Y SENCILLEZ.
Nuestras raíces están en la ciudad de León, Guanajuato, México. Ahí fundó el Padre Yermo su primer Asilo para pobres y así el 13 de diciembre de 1885 nacimos como Congregación.
Fue ese asilo la Casa Madre de otras muchas obras que el mismo Padre Yermo inició y que han continuado expandiéndose aún mucho después de su muerte. El mismo dice que esta obra se fue formando en sus manos sin pretensión de su parte: “aquel grano de mostaza, que no sé cómo vino a mis manos, nació y creció, y hoy alberga entre sus ramas a un gran número de pobres».
En el año de 1885 el nuevo prelado de la ciudad de León, Señor Obispo Tomás Barón y Morales, destina al Padre Yermo, como capellán de dos pobrísimos templos, situados en dos barrios miserables, fuera de la ciudad. El Santo Niño y el Calvario. Aunque amaba entrañablemente a los pobres, sin embargo este nombramiento no fue de su agrado, pues significaba para él bajar de aquel pedestal de estimación y de prestigio en el cual se hallaba, para asumir humildemente la capellanía de aquellos lugares, en donde además de ser miserables, reunían la circunstancia de estar abandonados a su triste suerte. Sus amigos veían en aquel nombramiento una humillación y le aconsejaban renunciar. Al respecto expresa sus sentimientos: “Aquella misión para puesto tan humilde hirió mi amor propio, que más se exaltaba con lo que me decían los amigos. Llegué a pensar en renunciar y así lo habría hecho, si Dios Nuestro Señor no me lo impidiese por medio de un impulso secreto que me contuvo”.
Como todas las obras de Dios nuestra congregación tuvo unos inicios pobres y sencillos, si volviéramos atrás, al 13 de diciembre del 1885, y contempláramos el triste cuadro que se presentaba, nadie hubiera creído que aquella obra perduraría y menos aún que se extendería llegando a lugares distantes.
Dios, rico siempre en misericordia ha sido quien a cuidado de esta su pequeña obra y como un padre celoso la ha guardado para Él manteniéndola viva y alimentándola para que no desfalleciera a pesar de su debilidad y pequeñez.
De esta manera, nace Nuestra familia religiosa y poco a poco fue creciendo y extendiéndose a diversas partes de la republica mexicana y del mundo. Ahora agradecemos el gran amor que el Sagrado Corazón de Jesús, nuestro Dueño y Señor, nos ha tenido durante 127 años, de alegrías, sufrimientos, esperanzas, fracasos y logros, todos unidos a Nuestro amoroso Señor de quien somos sus Siervas, y por quien deseamos amar y servir en todos los momentos de nuestra vida.